115.- LA FELICIDAD, ORIGEN IMPREVISTO.

Viajando por aquellos parajes de bosques frondosos encontré en el andar de mi camino, unos animalitos que me observaban con curiosidad, me sentí como el extranjero, que llega de otros lugares y me observan con fisgoneo, para indagar mi comportamiento y comprobar mi actitud, como nuevo desconocido que llegó curioseando y tuviera que buscar  las compatibilidades y contrariedades para conocer y saber cómo son los residentes del lugar, para poder integrarme entre los chismosos y atentos personajillos.

¡Es curioso!, Ver a los animalitos, en su trajín de libertad, haciendo sus ocupaciones y aunque algunos, al llegar salían corriendo escondiéndose detrás de los troncos de los árboles a ojearme, otros se subían a los arboles a observar desde las alturas mis movimientos entre el camuflado de las ramas y hojas y otros se metían en su madriguera, asomando con disimulo las cabecitas atentos a donde se dirigían mis pasos y de los que se quedaban inmóviles con un cierto temor a mi encuentro, soportaban con alto nerviosismo mis intenciones al irme acercando a ellos.

Pararon todos su actividad y como estatuas me miraban fijamente, algunos de ellos pensando que no les veía al pasar y me llamó la atención cómo actuamos, 

Tenemos nuestras rutinas y cuando las rompemos, hacemos a otros romper las suyas y ante la curiosidad de todos, entre todos en su estancia y mi llegada, nos conocimos y descubrimos desde lo que pudiera ser un estado incomodo,  a ir conociéndonos poco a poco en repetidas ocasiones en el pasar de los días, hasta ir tomando confianza, haciéndome amigo de los animalitos del bosque.

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