227.- LA HABITACIÓN DE LOS PÁJAROS.

Subo las escaleras, son de losa de mosaico, desde el patio interior de la casa y al subir tiene forma de ele, hacia la izquierda y al llegar a la primera planta, hay un corredor a la izquierda en paralelo con la subida de la escalera y hace ele hacia la derecha, donde  al asomarse se ve el patio, enfrente de la subida está las habitaciones de los dormitorios, pero no se usan, porque la vida se hace en la planta de la calle, abajo.

La primera planta está destinada a almacenes de muebles.

Siguiendo por el corredor con pilares y vigas de madera y pared blanca, de frente está la nave, también es almacén, pero de cosas vastas y de poco peso pues el suelo es de poca resistencia, se mueve al andar y el techo con sus dos vertientes de vigas de palos y cañizo tiene goteras; hay herrajes y cosas que si se mojan no se estropean y a la izquierda de la puerta de la nave, antes de entrar, está la habitación de los pájaros.

Cuando te metes en esta pequeña habitación, más o menos de dos por dos metros, al asomarme, me encuentro  en su interior, es hallarse en un pequeño espacio en un mundo pegado sin espacio, colapsado de cosas,  junto a la vista a todo mi ser, capaz de quedarme paralizado, como si a través de su cortina al meterme, estuviera en otro planeta, lleno de cosas de gran esencia, extraordinarias,

Está con estantes en frente, a la derecha y a la izquierda, en el techo las vigas de madera viejas, como en el resto de la casa, en él cuelgan a más no poder racimos de uvas pasas de hace mil años, está todo lleno, aún recuerdo el sabor tan rico que dan, el entorno del aquello en su interior, la humedad del lugar, con ese olor añejo; sin huecos para estirar las manos, ni con la punta de los dedos se podían tocar las vigas de madera del techo de todo lo que había, a la derecha en mi recuerdo veo, estár todo repleto de botes de cristal con conservas, con ciruelas, melocotones, manzanas, peras, algunas frutas en aguardiente, a la izquierda lleno de frascos de arrope, me acuerdo cuando lo hacía mi abuela, en su preparación echaba un poquito de tierra de la cueva,  todavía recuerdo ese sabor tan fuerte, y empalagoso, muy rico, un sabor de esos que no se olvidan jamás, esos frascos con su potente ingerente agrio de alcohol y dulce a la vez, que nos daba mi abuela a probar en porciones muy pequeñas,

Cuando ella abría algún tarro en días señalados, al probar una pizca, con su sabor tan fuerte... y en los días fríos me dejaba la garganta ardiendo con el empalago de las confituras,  

Si fuera ahora...,  No durarían ni una semana, 

En la parte de abajo había algún saco de patatas, cebollas, nueces y almendras y en todo el frontal, en frente de arriba a abajo, estaba el lugar mágico..., 

Estaba lleno de jaulas de pájaros,, de inmensos coloridos, con plumajes, que entre todos era visible encontrar todos los colores del arco iris, eran preciosos y muy cantarines,  los llevaba al atardecer para que estuvieran en cobijo por la noche y al amanecer los sacaba de su refugio y todos tenían su lugar en diferentes lugares de la casa.

Al salir de la pequeña habitación de los pájaros estaba la espectacular vista de los corredores, al asomarme había una Parra sujetada por alambres en todo el espacio del patio y en los dos pilares de cada parte frontal del corredor, subían dos rosales que cubrían la parte alta de todo el corredor;  en Mayo, se ponía lleno de rosas, 

Desde la salida de la habitación de los pájaros y ver la panorámica era estar en el paraíso,

Me emociono al recordar aquella bienaventurada época de mi vida, sigo acordándome como si fuera ahora mismo de aquel piar, era la banda sonora de la alegría que habitaba la casa de mi abuela.

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